Todo Quilmes tiene un grato recuerdo de Cristian Torres. "El Bocón", con varios pasos por el club pero con el más destacado, el del ascenso del 2003, quedó en la historia de la institución. El ex delantero habló en el programa CDD Radio, que se emite los sábados a las 12 por fm RK, 91.5, y contó detalles de por qué no se quedó en el plantel de Primera y por qué terminó mal su relación con el DT Gustavo Alfaro.
Cristian Torres todavía tiene la espina de no haber podido quedarse en Primera en Quilmes. El Bocón dijo en el programa CDD Radio que "en el campeonato del 2003 tuve una primera rueda muy buena. Mientras estábamos en la pretemporada en Tandil, me llamaron del Cobreloa de Chile. Vino Gustavo (Alfaro) a la pieza y me pidió que no me fuera. Cuando arrancó la segunda rueda no anduvimos bien, se nos complicó y parecía que iba a ser otro año perdido. Encima se lesionó Sergio (Marclay), por eso llegó el Cachorro (Alejandro Abaurre), yo tuve un desgarro en un partido que después no me permitió jugar las finales con Argentinos, pero aún así había podido jugar contra Defensores de Belgrano el anteúltimo partido, cuando hice el gol. Todo lo que había soñado ese año se dio, yo quise volver para ascender, ser el goleador del equipo y todo eso pasó. Lo que no me imaginaba era que no me iba a poder a quedar a jugar en Primera".

- ¿Y por qué no pudiste seguir en el club?
- Me limpiaron. Yo quedé dolido con Gustavo (Alfaro) porque me mintió. Él siempre decía: el que avisa no traiciona. Y a mí no me avisó. Nosotros logramos el ascenso que tanto queríamos todos, y él en ningún momento se acercó para decirme: "hasta acá llegás, voy a elegir a otro jugador", o "no te quieren los dirigentes". A mí me hubiese gustado que él me llamara, con la relación que teníamos, y me hubiese dicho, por ejemplo, que si me quedaba iba a ser el sexto o el séptimo delantero, o que iba a tener poca consideración. Y que después yo decidiera. O que me dijera que me iba porque estuve seis meses de joda, lo que fuera, que me dijera todo lo que me tenía que decir, para que la relación quedara normal como cualquier técnico-jugador. Pero nunca tuvimos esa charla, quedó pendiente, yo siempre le fui de frente y él se equivocó conmigo. 

- ¿Cómo se dio tu salida?
- Me di cuenta en los festejos, en esa entrega de medallas en el estadio. Estábamos contentos porque habíamos logrado el objetivo después de haber pasado varias cosas malas durante el año. Yo había venido de México de Quilmes a cobrar menos de la mitad de lo que ganaba allá, pero no me importaba porque quería lograr el ascenso. Gustavo (Alfaro) me llamó para que viniera a ascender. Lo conseguimos, fui el goleador del equipo con diecisiete goles. Esa noche me acerqué a Gustavo y le dije: "qué alegría todo esto". Y él me dijo: "sí, pero ahora no va a ser lo mismo, porque los dirigentes me van a querer meter jugadores_" Yo algo raro ya olfateaba, entonces como tenía confianza con él le pregunté: "¿por qué me decís esto ahora? ¿Me estás limpiando mientras estamos festejando?" Entonces le di la mano, le dije "está bien" y me fui. Y a las dos semanas volví para que nos pagaran lo que nos debían, fui a la sede a hablar con (José Luis) Meiszner y le dije: "José, cómo me limpiaron". Y él, en textuales palabras, me dijo: "Bocón, yo no tuve nada que ver en tu llegada al club, y ahora tampoco tengo nada que ver en tu salida". Por eso ahí ya no sabía si me iba por los dirigentes o en realidad por el técnico. Pero bueno, esas fueron las últimas palabras que escuché de un dirigente de Quilmes. Cobré lo que tenía que cobrar, le di la mano, me agradeció y me fui. 

- ¿No volviste a cruzarte con Alfaro?
- No, nunca más. Sí me acuerdo que después de Quilmes me fui a Belgrano, y un día lo llamé y me atendió el profe (Sergio Chiarelli), y me dijo: "Gustavo no te puede atender en este momento porque está ocupado". Nunca más volví a hablar. Así terminó mi relación con él. Yo a Gustavo lo conocía de la primera etapa en Quilmes, también cuando estuve con él en Rafaela. Me había llamado incluso para ir a Olimpo, cuando él ascendió allá, pero no pude ir porque tenía contrato en México. Ya cuando me volvió a llamar para venir a Quilmes, ahí no lo dudé. Nadie sabe la confianza que yo tenía con Gustavo, me ha ayudado cuando yo estaba mal de plata, he ido a la casa para las Fiestas, era como un hijo para él. Por eso me dolió mucho cómo terminó todo, hasta el día de hoy. Nunca me enteré por qué me limpiaron, nadie tuvo los huevos de venir a decírmelo.