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04/04/2017
Depresión: Factor de riesgo de infarto, ACV y deterioro cognitivo temprano
Depresión: Factor de riesgo de infarto, ACV y deterioro cognitivo temprano
Incrementa 5 veces la posibilidad de sufrir un infarto y 6 veces la de un ACV entre quienes comparten otros factores de riesgo. En las personas de mayor edad tiende a acelerar precozmente el deterioro cognitivo.
La depresión está creciendo en el mundo de manera alarmante, y más allá de la manera en que afecta la calidad de vida de las personas que la sufren, desde hace tiempo preocupa como causa de discapacidad y de ausentismo laboral.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa a la Argentina en el medio de la tabla en cuanto a la tasa de prevalencia de esta enfermedad, con algo más de un 5%: uno de cada 20 argentinos sufre depresión.

Hay tratamientos psicológicos y psiquiátricos eficaces, pero lo cierto es que hay varios motivos por los que se está mirando a la depresión mucho más que como un problema mental.

En el marco del Día Mundial de la Salud, que se celebra el próximo 7 de abril, la Federación Argentina de Cardiología (FAC) concientiza a la población sobre un aspecto no tan conocido pero muy relevante sobre el cuidado de la salud integral, como es la estrecha relación que existe entre el corazón, la mente y el cerebro.



RIESGO

"Definitivamente, la depresión es un factor de riesgo cardiovascular independiente, tan importante como los demás factores de riesgo conocidos", advierte Gustavo Cerezo, médico cardiólogo (M.N. 66559) ex presidente de la Federación Argentina de Cardiología (FAC).

Pero además, agrega, "la relación de mutua afectación entre depresión y enfermedades cardiovasculares es bidireccional". Esto significa que así como las personas con depresión son más propensas que el resto a padecer un infarto de miocardio o un ACV, también las personas con enfermedad cardiovascular o que han sufrido un infarto o un ACV son más propensas a desarrollar un cuadro depresivo.

Esta mutua interdependencia viene suscitando particular interés entre los especialistas desde hace alrededor de 15 años. Ya en 2014 la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) sentó posición mostrando las evidencias. "La tasa de depresión es más alta en las mujeres, donde alcanza a un 6 por ciento de la población total -corrobora por su parte Cerezo-, pero según relevamientos que hemos realizado, vemos que entre la población de pacientes que atendemos con diversas enfermedades cardiovasculares, la tasa de depresión es sensiblemente mayor, y eso coincide con los las cifras obtenidas en estudios de referencia internacional".



CORAZÓN, MENTE Y CEREBRO

La mente (actividad del cerebro), el cerebro y el corazón están íntimamente relacionados, cosa que en la antigüedad se intuía pero hoy se conoce más claramente. "Una persona que atraviesa un momento de tensión, que sufre estrés, va liberando cortisol, una hormona relacionada con el aumento de la frecuencia cardíaca y la aceleración de algunas funciones fisiológicas", explica el médico psiquiatra Roberto Ré (M.N. 43935), quien participa activamente en la Campaña de concientización del mes de abril de FAC "Construyamos un mundo saludable".

De esta manera resulta más fácil entender cómo un estado de estrés sostenido en el tiempo aparentemente sin causa o aunque haya desaparecido aquello que lo originó, como puede ser la depresión, resulta en una afectación mutua y multisistémica en todo el organismo, donde se manifiesta, además, en forma de una serie de fenómenos de carácter inflamatorio.

"La depresión afecta desde luego a la mente y al cerebro, pero no hay que olvidar que se da en un profundo estado de estrés patológico, con lo que la acción del cortisol y otras hormonas alteran, primero, la actividad de la glándula tiroides, y luego casi todos los órganos sienten el impacto de esa alteración", explica el psiquiatra, fundador de la red SANAR.

Este especialista recuerda que, según publicó la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) las probabilidades de sufrir un infarto agudo de miocardio son cinco veces mayores en personas con depresión respecto de quienes comparten el resto de los factores de riesgo menos la depresión, y esa misma probabilidad es aún mayor (6 a 1) en el caso del accidente cerebrovascular (ACV).
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