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MIRADAS
06/02/2016
La ciudad, una construcción humana que moldea a sus habitantes
La ciudad, una construcción humana que moldea a sus habitantes
El sociólogo hace un recorrido de cómo van creciendo y modificándose los asentamientos humanos, y cómo condicionan sus hábitos.
(Por Santiago Flecha*) El surgimiento de los burgos y su consiguiente desarrollo fue minando la estructura feudal. Comenzaba a gestarse la ciudad, emblema de la modernidad. El orden urbano impregnaría los tiempos por venir. Del término "burgo" deriva "burguesía", palabra que definirá al nuevo actor social, impulsor de cambios sociales importantes.
Con el industrialismo la ciudad adquiere un definitivo perfil. En el comienzo varones solos integran su principal contingente, convocados por la ruidosa y humeante estructura fabril.
La ciudad trae consigo nuevos modos de vinculación entre las personas. Relaciones más impersonales, efímeras, percibidas como medio. Los sujetos establecen lazos que sólo comprometen una parte de su personalidad, generalmente la referida a su rol laboral.
La urbe planteará específicos problemas como el hacinamiento o la contaminación. Por su parte É. Durkheim señaló la pérdida de robustez de los marcos regulatorios y la consiguiente aparición de la anomia. El reinante anonimato habilitará un cauce para nuevas interrelaciones, incompatibles con un marco social regido por el conocimiento profundo, producto de un repetido contacto cara a cara.

MODERNIDAD
Con la Modernidad y el orden urbano florece la individualidad, las personas logran diferenciarse del grupo. Adquieren una mayor autonomía que se traduce en variedad de gustos, creencias y tareas. Aflora la diversidad y la propia opinión se convierte en un valor distintivo de la época.
La labor humana queda reflejada en la ciudad. La cultura prevalece por sobre la naturaleza. Bares, teatros, bibliotecas, librerías, museos y específicos medios de transporte como subtes y tranvías conforman el nuevo entorno al que se suman edificios, ascensores y semáforos.
En este nuevo trazado anida el sujeto urbano. Los habitantes de las ciudades comparten experiencias semejantes aunque pertenezcan a distanciadas latitudes. Sus rasgos y hábitos los emparentan seguramente con mayor intensidad que la registrada con connacionales de regiones rurales.

CAMINANTES
Ha llegado a hablarse de la influencia del medio sobre el pensar. Sobre este tema recuerdo a un excelente profesor, que llegó a manifestar que el sistema filosófico promovido por I. Kant, sólo pudo haber sido engendrado por un individuo capaz de esconderse luego de doblar en cada esquina.
Con la ciudad surge el flâneur, el caminante sin rumbo en busca de novedades como una placa, un bar, un frontispicio, un monumento, un pasaje o un encuentro fortuito. Tanto Buenos Aires como París y otras ciudades como Madrid o Viena predisponen al "vagabundeo".
Como cultor de esta modalidad puede mencionarse al polifacético Domingo Faustino Sarmiento, quien dejó un fuerte sello en el desarrollo de la educación masiva. En la actualidad merece citarse a Juan José Sebreli como destacado flâneur. Este lúcido ensayista describió las prácticas sociales porteñas desplegadas por los distintos estratos.
El propio J. J. Sebreli señala que en sus obras tempranas Jorge Luis Borges aludía a la flânerie como "caminar al azar", "callejeo sin hacer nada", "caminatas extasiadas y eternas por la intimidad de los barrios".

PLAZAS
Si bien la ciudad refleja principalmente la acción del hombre, el establecimiento y la preservación de plazas y parques no la apartan bruscamente de la naturaleza. A nivel mundial puede constatarse una creciente preocupación por el cuidado del medio ambiente como por la mejora de la calidad de vida.
Esta situación ha potenciado los análisis sobre las condiciones en que los individuos de los centros urbanos se desenvuelven cotidianamente. Inquietud por la polución, por el nivel de ruido, por la contaminación visual. Este último ítem alude al exceso de carteles y a letreros que arruinan hermosas fachadas, componiendo un hábitat alejado de toda estética.

MEGACIUDADES
Desde sus orígenes la ciudad se caracterizó por la concentración de personas en un determinado espacio. En la actualidad se habla de megaciudad para mentar un área con más de diez millones de habitantes. También se la define en relación a la densidad demográfica, un mínimo de dos mil residentes por kilómetro cuadrado.
En la antigua Grecia la polis nominaba a la ciudad-estado independiente. Presentaba autonomía, no registraba unidad con otra región, sobre ella no regía otro poder. Por su parte la metrópolis designaba a la ciudad que servía como asentamiento de una colonia. Constituía un centro cultural, económico y religioso.
En el lenguaje contemporáneo una metrópolis señala una extensión con una población que oscila entre el millón y los diez millones de habitantes. Aparece aquí como anteriormente otro significado, ciudad con una marcada impronta económica, comercial o cultural. El geógrafo Jean Gottmann introduce en 1961 el término "megalópolis" en consonancia con las superficies con moradores que superan los diez millones.

(*Flecha es licenciado en Sociología y docente secundario y terciario).
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